Thursday, October 26, 2006

Corrida Política en Brasil

Cuando Luiz Inácio Lula da Silva y el PT comienzan su primer período de gobierno con un 17% de apoyo en el parlamento, automáticamente se ganaron una resistente soga al cuello y si bien las maneras de aflojársela son múltiples, quizás el camino que optaron no fue el más adecuado, ya que la consecuencia fue una seguidilla de escándalos de corrupción que ensuciaron fulminantemente al mismo partido que una vez prometió barrer con este problema en Brasil. A pocos días de la segunda vuelta electoral, es bueno revisar los hechos que podrían explicar próximos escenarios.

En una entrevista que tuve junto a Gustavo Gordillo al ex candidato a la presidencia del Partido oficialista de los Trabajadores (PT), Plínio Sampaio, éste definió a Lula como un verdadero “animal político”, por su indiscutible capacidad para desmarcarse espectacularmente de los profundos problemas de corrupción que involucraron a muchos de sus más cercanos.

El presidente fue quedando políticamente solo. Aquel temido animal se fue aislando para conservar su poder. Sin querer asumirlo, Lula estaba herido, pero seguía de pie, con una economía caminando y un apoyo que por el momento no se veía afectado, gracias al aumento de su popularidad en los sectores más pobres de Brasil, como en el nordeste, donde el programa social Bolsa Familia ha tenido un gran éxito.

Quizás por esa razón, de la mano de Fernando Henrique Cardoso, el PSDB no apostó a una estocada final al Presidente, sino que decidió dejarlo sangrar e intentar derrotarlo en las elecciones del 01 de octubre.

La espera de un desangramiento no fue de las mejores estrategias. El PSDB de eso se dio cuenta y al ver la gran popularidad de Lula, no mandó a su mejor candidato a las presidenciales, sino que dejó a José Serra con un triunfo asegurado en el Estado de Sao Paulo y mandó a Gerardo Alckmin a la pelea mayor.

Igual como en las corridas de toro, es imposible dar una estocada final si es que el toro no ha sangrado lo suficiente como para que esté exhausto. Es ese el momento, cuando el animal ya con la lengua afuera, es liquidado por el torero. Pero se necesita de algo más. Tanto el picador, como los banderilleros y el matador, no se animan a actuar si es que antes no es el toro quien furioso toma la iniciativa.

Lula, a pesar de su fortaleza y habilidad política, es un toro que va dejando un charco de sangre en el camino. Su partido, el PT, hoy más que nunca, se tiñe de rojo por causas que se explican sustancialmente a partir de malos movimientos que los condujeron al encuentro con una lanza clavada en la espalda o bien un par de banderillas.

El primer ejemplo se remonta al inicio de los escándalos de corrupción, cuando debido a la denuncia por parte del gobierno al diputado Roberto Jefferson por acciones ilícitas, éste en represalia, se animó a destapar un sistema de compra de votos que involucró a varios parlamentarios y cabezas del gobierno.

La segunda equivocación del PT, ya más reciente, fue intentar vincular a la oposición en casos de corrupción a través de la compra de una serie de documentos de dudosa procedencia. La tortilla se dio vuelta y hasta el presidente del PT, Ricardo Berzoini, tuvo que tomarse un receso indefinido.

Un tercer error fue la ausencia de Lula a los dos debates presidenciales antes de la primera vuelta y la cruda imagen de la silla vacía que no hace más que abrir un flanco para que los otros candidatos ataquen sin posibilidad de defensa, por lo menos, no en ese momento.

En conclusión: de ganar Lula la segunda vuelta el 29 de octubre, necesitará profundizar los acercamientos con sus opositores del PSDB, ya que ellos no están dispuestos a perdonar otra vez. Están ansiosos de ganar oreja y rabo tras esta corrida y tal como una vez la izquierda derrocó a Fernando Collor de Mello, a la socialdemocracia de Serra y Alckmin no le temblará la mano al ver la cabeza gacha del toro y sus paletas abiertas para que entre una certera estocada que finalmente derrumbe un proyecto de izquierda que ha tenido errores, pero también grandes triunfos.

Después de que Lula no lograra el 50% más uno de los votos en la primera vuelta, la estrategia no puede seguir siendo la de resistir y de vez en cuando atacar. Es preciso construir las alianzas necesarias, a partir de un proceso de negociación, para garantizar una adecuada gobernabilidad y mayor crecimiento para Brasil, que confirme su condición de potencia latinoamericana.

La Nación - Chile
26 de octubre 2006

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