Thursday, August 23, 2007

Mar Común

En medio de la reconstrucción debido al fuerte terremoto que los azotó, muchos juristas peruanos preparan sus mejores argumentos para ganar unos cuantos kilómetros cuadrados de mar. Por otra parte, los chilenos silenciosos están con el mismo trabajo. Seguro la literatura y retórica los llevarán a presentar discursos de una extraordinaria calidad histórica, pero cuando el objetivo es dejar contento al sector más retrógradamente patriota, lamentablemente no es posible exponer los conceptos que realmente puedan construir una verdadera integración.

La historia cuenta lo que los lectores quieren leer. El pasado de encuentros y desencuentros entre Chile y Perú ha estado marcado por la subjetividad a la hora de interpretar los hechos. Los libros de historia, hoy más que nunca, están ahogados en un relativismo proporcionado por sus propios lectores. Mientras en Chile se fomenta la soberbia y desprecio por sus vecinos norteños, luego de haber ganado la Guerra del Pacífico, en Perú se alimenta el resentimiento y las ganas de cobrar una venganza.

Esta actitud es la que fomenta las rivalidades y desprecios mutuos. Un amor a la patria explicado a partir del odio a los vecinos. O quizás, un patriotismo duro que no es capaz de posicionarse después del concepto de humanidad.

Cuando se está bajo en las encuestas, una eficaz regla en la política es recurrir al nacionalismo. Según la Compañía Peruana de Investigación de Mercados, Alan García se encuentra con el más bajo nivel de aprobación desde que asumió. El Presidente no supera el 35%, lo cual sumado al 54,6% de desaprobación, obliga al mandatario a sacrificar la construcción de buenas relaciones con Chile a cambio de intentar repuntar en los sondeos. La estrategia: darle al pueblo lo que quiere, antes de que más peruanos prefieran el nacionalismo del líder de la oposición, Ollanta Humala.

Por su parte Chile no ha cambiado y no muestra ni una señal de que cambiará su posición al respecto. Para los chilenos no hay nada en discusión. La soberbia es aberrante. Se sabe que este conflicto se arrastra desde años y los gobiernos de la alianza de centro izquierda, llamada Concertación, se han despreocupado de la relación con sus vecinos, a cambio de centrar sus esfuerzos en entablar buenas relaciones económicas con prósperos países, los cuales terminan en la firma de tratados de libre comercio.

En conclusión: Por una parte estamos frente a un conflicto que se explica gracias a una necesidad política interna del Presidente Alan García para repuntar en las encuestas. Según Oscar Wilde, el “patriotismo es la virtud de los depravados”, pero está claro que muchas veces ayuda cuando se está en apuros numéricos. Ahora, seguro el programa gubernamental “Construyendo Perú”, luego del desastre producido por el terremoto, será un aporte en esta misma línea.

Por otro lado, Chile fue y sigue siendo un mal ganador de la Guerra del Pacífico. Un hecho que se explica desde la enseñanza que se entrega en las escuelas, punto clave en donde comienza el desprecio.

Chile y Perú, así como los otros países de la Región, deben apuntar hacia una integración, la cual no significa quitar ni ceder territorios soberanos, sino que más bien buscar puntos de encuentro en donde el tema de discusión no sea el lugar y ancho de la línea que separa a los países, sino las oportunidades de crecimiento y desarrollo que se pueden fomentar a través del trabajo conjunto.

Estoy seguro que antes de modificar los mapas, el desafío integrador en América Latina debe estar en, por ejemplo, incrementar el intercambio de políticas y experiencias que beneficien a todos los ciudadanos y mejoren la distribución de los ingresos; fomentar los mecanismo por los cuales más estudiantes puedan desarrollarse en otros países latinoamericanos; hacer crecer las oportunidades de trabajo, entre otras medidas. Solo así las fronteras dejarán de ser un tema de discusión.

El Diario de Nueva York
23 de agosto 2007