Sunday, September 23, 2007

¿Cómo Gobernar desde las Izquierdas sin Perder el Alma?

Dos entrevistas sobre la experiencia brasileña
Segunda Parte

José de Souza–Martins es profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Sao Paulo, fellow del Trinity Hall y profesor titular de la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Fue alumno de Octavio Ianni y su colega en la antigua Cadeira de Sociología de Florestán Fernandes. Es un experto mundial en temas relacionados con las formas de esclavitud contemporánea, además es autor de numerosos libros sobre reforma agraria, movimientos sociales, cultura y sociología en Brasil.

¿Cómo es que un partido como el PT, que afilia a más de 800 mil miembros, que elige por votación interna y directa a sus dirigentes y que llega al gobierno con una mística casi religiosa respecto de la ética política, puede ser arrastrado en una lógica de corrupción como la que actualmente está siendo desvelada?

Creo que las dos cosas merecen ser matizadas. La democracia interna del PT sólo es formalmente. La punición y la expulsión de varios miembros importantes del partido en los últimos años, es una indicación de que hay mucho de ficción en esa democracia. Es difícil sostener una democracia basada en la premisa de que hay que obedecer al grupo hegemónico y que esa obediencia bloquea el debate posterior a la decisión supuestamente colectiva, sólo porque hubo una elección. La libertad que obliga a la obediencia férrea no es libertad. El grupo hegemónico, basado en esa democracia aparente, se sintió libre para decidir por delegación e imponer al partido su específica visión de la política y de las metas políticas. En verdad, por ese medio autoritario, el PT adoptó una política muy emparentada con la dominación personal y patrimonial de los grandes oligarcas del pasado. Con la diferencia que la figura del dominador se volvió la personificación del sujeto colectivo eliminando así toda subjetividad de los miembros. Eso lo habíamos visto en los partidos comunistas durante el stalinismo. El patrimonio principal de referencia en negociaciones políticas pasó a ser el poder y no la propiedad. Las oligarquías convertían poder en dinero. El PT creó una máquina de conversión de dinero en poder. Esa es la diferencia, pero la estructura es la misma.

Más allá de la coyuntura política y de los factores contingentes que determinaron la situación actual, ¿cómo evalúa las fortalezas y debilidades de las principales instituciones republicanas?

El sistema político brasileño mantiene todavía ciertas características y determinaciones de sus orígenes en el sistema colonial. Como ha dicho Fernando Henrique Cardoso en un artículo de los años setenta, Brasil no pasó por la experiencia de la revolución de la Independencia, como ocurrió con los otros países de América Latina. La Independencia brasileña ha sido conducida como cuestión de Estado y no como cuestión de la sociedad civil. Ha sido proclamada por el mismo heredero de la corona portuguesa, el hijo del rey. Ha sido el Estado que, muy despacio, se dedicó a la formación de la sociedad civil, cosa difícil en una sociedad que tenía esclavos. Eso pasó, lo digo yo, para que justamente se mantuviera la unidad de la colonia y en cierto sentido la economía colonial y el régimen esclavista que le correspondía. Se preservó la bipolaridad del poder: la corona centralizadora con algunas características del absolutismo, de una parte, y los municipios dominados por las oligarquías terratenientes y esclavistas de otro. Todas las veces en que se propuso la democracia como solución contra la centralización del poder, aun después de la proclamación de la República, ese poder local se presentó incluso en las postrimerías de la dictadura militar, como la única base organizada para la construcción de la democracia. El republicanismo brasileño tiene ese defecto de origen. En ese sentido, el actual sistema político se ha revelado muy resistente, expresión de la masa más conformista del campo, justamente las gentes pobres. Tendríamos necesidad de modernización y modernización del sistema político quiere decir, aquí, el parlamentarismo. Pero sería un parlamentarismo de concesión a esas tradiciones arraigadas. O sea, el presidente como sustituto del emperador y por tanto, como personificación del “padre de la patria”, al mismo tiempo padre de los pobres, que es lo que se busca en Lula, por ejemplo. El primer ministro como expresión de un Brasil moderno, que es lo que se busca en Cardoso, por ejemplo. Pero todo eso depende de que se cambie y se modernice el sistema de representación política en el parlamento, la federación y la estructura municipal. Sobre todo, quizás, cambiar el sistema de voto obligatorio como forma de atenuar la propensión populista de muchos brasileños.

¿Qué razones explican la ausencia de una alianza estratégica entre las dos grandes corrientes progresistas en Brasil, como las lideradas por el PSDB y por el PT?

Hubo intentos de hacer esa alianza. Pero el PT tenía y tiene sus específicas ganas de poder. La coalición de que habla en la actualidad, por ejemplo, es temporal, funcional e instrumental. Eso sería imposible en una coalición con el PSDB, que no se sujetaría a la política de hegemonías. Por otro lado, el núcleo mayoritario del actual PT no aceptaría la hegemonía del PSDB. O sea, el leninismo del PT no va bien con el liberalismo del PSDB. Por otro lado, la izquierda en Brasil sólo se une bajo la confrontación con la derecha o bajo la dictadura.

¿Cómo influye la presencia de las iglesias y sindicatos en las políticas del PT?

Muchas de las bases del PT vienen del trabajo de las iglesias, no sólo la católica. Sobre todo por eso y por la participación muy extensa de los campesinos también ellos organizados por la Iglesia Católica, la visión del mundo de la masa de base del PT es una visión anticapitalista, pero muy lejana de la visión del mundo de los obreros más modernos (y en crisis) que son los metalúrgicos. Tampoco tienen una teoría que les permita ajustar esas diferencias. Un punto más es la fuerte presencia de sindicatos de empleados públicos en la CUT, el brazo sindical del PT. Es otra gente, sobre todo de la clase media, que vive un momento de decadencia económica. Los grupos de clase media, los intelectuales, impusieron su propia hegemonía al partido, medios escondidos por detrás de Lula y el mito de que los trabajadores tenían un partido dirigido por trabajadores. El PT se volvió un partido desarticulado no por esta crisis, sino por su heterogeneidad inconciliable. Era fácil juntarse siendo oposición, con el objetivo de llegar al poder. Pero el poder mismo ha sido la ruina de esa articulación, pues cada grupo tenía y tiene su propio proyecto de poder.

Gustavo Gordillo y Lucas Silva
La Jornada de Morelos - México
23 de septiembre 2007

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