Thursday, May 04, 2006

Unos más Iguales que Otros

Si bien hubo una serie de actos conmemorativos y el día del trabajador fue recordado en todo el país, fueron los incidentes ocurridos en Santiago los hechos que acapararon los titulares del 2 de mayo.

Hubo 51 detenidos, 21 heridos y millonarias pérdidas producto de una serie de manifestantes que prefirieron escaparse de las filas, tomar palos, piedras y fierros y comenzar a destrozar cuanto vidrio tuvieran enfrente. No perdonaron, no hubo piedad, ni consideración alguna. El objetivo era la destrucción.

Claramente no bastó la simple manifestación pacífica acordada desde hace días. Era necesario sacar afuera una rabia contenida, un malestar inquietante. Solo así se podría volver a dormir tranquilo, solo después de haber sentido la vibración que se produce en los brazos al impactar un fierro contra un paradero de micro, escuchando y mirando la explosión del vidrio.

Los cesantes en Chile representan el 7.9%; no estamos hablando de dos dígitos. El primero de mayo no recuerda un hecho político particular. La situación económica y política de Chile es bastante positiva. Entonces dónde puede haber una explicación a tanta violencia.

Mi opinión: claramente el problema no está en el número de desempleados, tampoco en los niveles de violencia que posee una ciudad como Santiago. Este malestar es la consecuencia de ser el país con los mayores índices de desigualdad de Latinoamérica. Estamos hablando de que el 20% más pobre percibe solamente el 3.9% del ingreso nacional, frente al 20% más rico que capta el 59.5% del mismo ingreso.

Todo esto genera una tensión social constante, la cual se hace explícita en manifestaciones como las del primero de mayo. Las actitudes de violencia no son más que un grito desesperado por mayor equidad social e igualdad de oportunidades.

La transformación de ciertas calles del país en verdaderos campos de guerra se seguirá repitiendo mientras la mala distribución del ingreso siga acrecentándose. Si bien Chile avanza a paso firme en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, hay una deuda pendiente y ésta comienza a pasar la cuenta. Porque no es tan fácil aceptar la construcción de la torre más alta de Latinoamérica y paralelamente no tener acceso a la educación superior o seguir en colas para ser atendido en un consultorio público por un simple resfrío.

La desigualad en Santiago es aberrante. Además de existir en los índices que organismos como la CEPAL y el PNUD entregan, es perfectamente palpable, con el simple ejercicio de optar por otra vía que no sea aquella subterránea carretera para efectivamente observar los contrastes. El primero de mayo pudimos apreciar la tensión que esto está generando y es seguro que hechos como estos se seguirán repitiendo mientras continúe aumentando la brecha entre ricos y pobres en el país.

Lucas Silva Wood
La Nación - Chile
04 de mayo - Opinión - Buzón de Voz

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