Es la historia de un país situado al sur del mundo. Un país que vivió el sueño frustrado de un gobierno socialista a principios de los setentas, que terminó en una dictadura militar de 17 años. Luego retornó a la democracia y comenzó un proceso de apertura internacional y reconstrucción de instituciones que pudieran garantizar un desarrollo estable. Se trata de Chile. Un país que silenciosamente ha sido visto como modelo por sus pares latinoamericanos. Un país, que como todos en el mundo, sueña con darle una mejor calidad de vida a sus habitantes.
Luego de vivir una dictadura militar y retornar a la democracia, el peso del paternalismo se hizo presente en las distintas administraciones de la Concertación, aquella alianza de centro izquierda que finalmente logró colocar en el sillón principal del Palacio de la Moneda a una mujer: Michelle Bachelet.
Desde marzo del 2006, no solo se vio por primera vez la combinación de una falda y la banda presidencial, sino que además se comenzó a implementar un ambicioso proyecto político que durante la campaña resultó ser un éxito total. La promesa de un Gobierno Ciudadano llamó la atención de muchos, quienes se sintieron invitados a ser parte del proyecto de desarrollo del país. Por fin el paternalismo quedaría en el pasado y la inclusión sería un concepto recurrente en el actuar.
Pero bien, ¿qué ha pasado con la puesta en marcha de esta nueva forma de hacer política? Si bien las preguntas referentes a cómo llevar a cabo un Gobierno Ciudadano estuvieron siempre presentes, la sociedad chilena se tomó en serio la oferta de ser partícipes de su desarrollo, tal como lo afirmó el Informe de Desarrollo Humano 2004 elaborado por el PNUD. Un ejemplo de ello fue la revolución de los estudiantes secundarios, quienes detrás de la exigencia de una mejor educación, hicieron reflexionar al país completo.
En conclusión: Hoy, que la Concertación no obtuvo los resultados que esperaba en las elecciones municipales, nos podemos dar cuenta de que en Chile hay una gran deuda pendiente. Un Gobierno Ciudadano no debería ser más que una profundización de la democracia, lo cual va más allá de simplemente contar con un sistema de elecciones transparente. Como bien dijo el destacado cientista político italiano, Giovanni Sartori, “la democracia es antes que nada y sobre todo, un ideal”. Un ideal que aplicado a este contexto muchos podrían llamar el sueño de un Gobierno Ciudadano, el mismo que se podría resumir en el sueño de un país que supere la desigualdad.
La mala distribución de los ingresos, aquella horrible y persistente falla en el sistema, es una de las claves para el desarrollo, tanto para Chile, como para todos los países de la Región. Si la inclusión y la participación realmente pueden contribuir a la disminución de la brecha entre ricos y pobres, entregando un mejor vivir a los ciudadanos, no solo se debería garantizar un mayor crecimiento y apaciguamiento de las tensiones sociales, sino que además podríamos aplaudir con fuerza y decisión la promesa de un Gobierno Ciudadano.
Diario de Nueva York
Thursday, November 13, 2008
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