Thursday, May 25, 2006

Unidos Contra el Hambre y la Pobreza

El aceleramiento de la globalización que vive el mundo desde la última mitad del siglo XX, ha sido de gran beneficio para algunos países, pero a su vez, muchas son las deudas pendientes, temas que no han sido resueltos aún, y por lo tanto, ha llegado la hora de llevar a cabo una iniciativa que ataque estos problemas desde la raíz, con ambiciosas metas que estén a la altura de las circunstancias.

América Latina y el Caribe ha visto a lo largo de su historia cómo un grupo se ha quedado rezagado en los procesos de desarrollo, por lo tanto, ha llegado el momento de entender que el hambre y la pobreza no son simplemente un problema de quienes la padecen, sino que es un lastre de toda la sociedad.

Es irrefutable que cuando una nación experimenta un mayor crecimiento económico tiene mayores posibilidades de superar el hambre y la pobreza. Pero la experiencia dice también que ese aumento en los ingresos nacionales no es repartido de forma equitativa, por lo que son algunos los que se enriquecen y muchos los que permanecen sumergidos en la pobreza, generando uno de los conflictos más profundos de la Región: la desigualdad.

Según cifras del informe de FAO “El Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo” SOFI 2005, entre los años 2000 – 2002, América Latina y el Caribe contaba con 52,9 millones de personas viviendo bajo la línea de la seguridad alimentaria. Es decir, el 10% de la población de la Región.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecieron reducir a la mitad el número de personas que sufren de hambre y viven en la pobreza para el año 2015. Pero ¿qué le respondemos a la otra mitad? ¿Cuáles deberán ser los criterios de selección para dirigir los programas y destinar los recursos de ayuda?

La reducción a la mitad del número de personas que padecen de hambre y pobreza, tal como lo plantea el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, es una meta que se debe considerar intermedia con respecto al ambicioso plan de erradicar estos flagelos en América Latina y el Caribe, que a pesar de que es la Región con la mayor desigualdad en los ingresos, cuenta con la capacidad económica, humana, técnica y de recursos naturales para alimentar 3 veces a su población.

Durante la Cumbre Latinoamericana sobre Hambre Crónica celebrada en Guatemala en septiembre del 2005, fue presentada por primera vez la iniciativa América Latina y Caribe Sin Hambre 2025, la cual pretende terminar con el problema para el año anteriormente señalado.

Considerando que el hambre es un problema de acceso a los alimentos, junto con la falta de políticas integrales a favor de los más pobres, América Latina y Caribe Sin Hambre 2025 busca promover la erradicación de la desnutrición crónica tanto a nivel local, como nacional y regional, manteniendo el combate a este problema como una prioridad en las políticas públicas.

El desafío que se plantea hoy implica canalizar los esfuerzos para diseñar e implementar políticas de seguridad alimentaria que le garanticen a los latinoamericanos y caribeños una alimentación adecuada como parte de los derechos humanos y así erradicar el hambre en la Región para el año 2025.

Para efectivamente erradicar el hambre y la pobreza extrema en América Latina y el Caribe, es preciso contar con una verdadera voluntad y compromiso político de los gobiernos, sociedad civil, sector privado, etc. Se necesita una plena sintonía, para así establecer un trabajo serio y responsable.

Es necesario también unir las fuerzas de la Región para establecer líneas de acción que apunten al que debe ser el gran interés: terminar con el hambre y la pobreza extrema. De esta forma además, se podrá converger en una verdadera integración para América Latina y el Caribe.

Si bien se estará ayudando de manera significativa al 10% de la población de la Región, el aporte real es transversal, ya que erradicar la pobreza extrema es un buen negocio para los países. Si bien hay un componente humanitario detrás, es preciso comprender que, gracias a la ayuda que se le puede hacer al sector más pobre de una sociedad, no solo podrán mejorar su calidad de vida, sino que además se transformarán en un dinamizador de la economía nacional, pasando automáticamente de un círculo vicioso a otro catalogado como virtuoso.

Entre los elementos de la iniciativa América Latina y Caribe Sin Hambre 2025, está en primer lugar, el fortalecimiento de la institucionalidad de Seguridad Alimentaria en cada país, es decir, que el problema del hambre pase a formar parte de las prioridades de los gobiernos para desarrollar de forma efectiva Planes de Seguridad Alimentaria Nacional.

Segundo, reincentivar la Cooperación Sur – Sur. América Latina y en cierta medida junto con el Caribe, cuentan con la gran ventaja de compartir ciertos elementos que facilitan el intercambio de experiencias, tales como idiomas, cultura y estructura social. El objetivo es mantener una red de intercambio de conocimientos, tanto a nivel regional como mundial.

Tercero, es necesario un trabajo de formación y sensibilización. Es preciso contar con un grupo técnico capacitado, con las herramientas y conocimientos necesarios para el diseño e implementación de políticas que realmente sean efectivas. De la misma forma, es preciso comunicar sobre la problemática del hambre, sin ánimo de apelar a la caridad, sino más bien a la toma de conciencia que lleve a la sociedad a reflexionar y contribuir de una forma racional a solucionar el problema, el cual no lo sufren solo los pobres y es responsabilidad de los gobiernos, sino que es una deuda pendiente de todos los habitantes de la Región.

Cuarto, enmarcar la iniciativa América Latina y Caribe Sin Hambre 2025 dentro de otros programas y esfuerzos que ya se estén realizando y que tengan el mismo objetivo. El compromiso con los más pobres debe llevarse a la realidad de una forma eficiente, y para ello se debe apuntar hacia la generación de sinergia y articulación, estableciendo redes iberoamericanas y un marco político regional.

Estos deben ser los factores más influyentes en el proceso de integración en la Región. A pesar de las diferencias políticas que puedan existir, la convicción de que es posible una América Latina y Caribe Sin Hambre para el 2025 es un proyecto e ideal que une a todos los países desde el Río Grande / Bravo, hasta la Patagonia, sin exclusión de ni una nación o pueblo. Porque es posible lograrlo y de pasada, fortalecer los lazos multilaterales y de cooperación entre los países de la Región.

José Graziano da Silva
Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe

Lucas Silva Wood
Consultor FAO
FAORLC

Thursday, May 04, 2006

Unos más Iguales que Otros

Si bien hubo una serie de actos conmemorativos y el día del trabajador fue recordado en todo el país, fueron los incidentes ocurridos en Santiago los hechos que acapararon los titulares del 2 de mayo.

Hubo 51 detenidos, 21 heridos y millonarias pérdidas producto de una serie de manifestantes que prefirieron escaparse de las filas, tomar palos, piedras y fierros y comenzar a destrozar cuanto vidrio tuvieran enfrente. No perdonaron, no hubo piedad, ni consideración alguna. El objetivo era la destrucción.

Claramente no bastó la simple manifestación pacífica acordada desde hace días. Era necesario sacar afuera una rabia contenida, un malestar inquietante. Solo así se podría volver a dormir tranquilo, solo después de haber sentido la vibración que se produce en los brazos al impactar un fierro contra un paradero de micro, escuchando y mirando la explosión del vidrio.

Los cesantes en Chile representan el 7.9%; no estamos hablando de dos dígitos. El primero de mayo no recuerda un hecho político particular. La situación económica y política de Chile es bastante positiva. Entonces dónde puede haber una explicación a tanta violencia.

Mi opinión: claramente el problema no está en el número de desempleados, tampoco en los niveles de violencia que posee una ciudad como Santiago. Este malestar es la consecuencia de ser el país con los mayores índices de desigualdad de Latinoamérica. Estamos hablando de que el 20% más pobre percibe solamente el 3.9% del ingreso nacional, frente al 20% más rico que capta el 59.5% del mismo ingreso.

Todo esto genera una tensión social constante, la cual se hace explícita en manifestaciones como las del primero de mayo. Las actitudes de violencia no son más que un grito desesperado por mayor equidad social e igualdad de oportunidades.

La transformación de ciertas calles del país en verdaderos campos de guerra se seguirá repitiendo mientras la mala distribución del ingreso siga acrecentándose. Si bien Chile avanza a paso firme en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, hay una deuda pendiente y ésta comienza a pasar la cuenta. Porque no es tan fácil aceptar la construcción de la torre más alta de Latinoamérica y paralelamente no tener acceso a la educación superior o seguir en colas para ser atendido en un consultorio público por un simple resfrío.

La desigualad en Santiago es aberrante. Además de existir en los índices que organismos como la CEPAL y el PNUD entregan, es perfectamente palpable, con el simple ejercicio de optar por otra vía que no sea aquella subterránea carretera para efectivamente observar los contrastes. El primero de mayo pudimos apreciar la tensión que esto está generando y es seguro que hechos como estos se seguirán repitiendo mientras continúe aumentando la brecha entre ricos y pobres en el país.

Lucas Silva Wood
La Nación - Chile
04 de mayo - Opinión - Buzón de Voz